La época que más añoramos de niños, es la Navidad. He escuchado decir a algunos niños de mi escuela, que añoran esta época debido a los regalos, a la emoción que les causaba la idea de tener un juguete nuevo, una bici nueva o cualquier otro regalo que sus papás les dieran. Este no era mi caso. Mi nombre es Thalia, tengo seis años y vivo en la Isla del Encanto. Me encuentro sentada en el sofá de mi hogar observando a mis hermanos, quienes juegan animadamente junto a mis primos. Ellos están aquí por una reunión familiar que había en mi hogar, por nada más y nada menos que la Navidad. Pronto llegarán mis abuelos, junto con el resto de mi familia. Mientras observaba por la ventana pasaban mil cosas por mi mente. La verdad no recordaba muy bien cómo había sido la Navidad en años anteriores, pero mis compañeros de clase no paraban de hablar sobre esta época y la maestra tampoco paraba de preguntarnos. Todos hablaban de lo emocionados que estaban por los regalos que les traería Santa y lo mucho que deseaban cacharlo poniendo sus tan preciados regalos bajo el árbol. A mí, este señor con barba blanca, no se me hacía nada emocionante. Yo no creía que él existiera, sin embargo, en mi corazón siempre ha estado presente ese espíritu navideño, ese gozar de las parrandas, del arroz con gandules tan rico que prepara mi mamá, de la ensalada de papa que prepara mi abuela y, claro, no podía faltar el lechón preparado especialmente por mi papá. Ummm, ¡qué rica sabía la Navidad en Puerto Rico! Venía adornada de alegría y de esperanza, de momentos inolvidables, de noches con chocolate caliente y conversaciones en familia hasta quedarme dormida. Por fin, recuerdo cómo es la Navidad en Puerto Rico y es que cómo olvidarlo si lo llevo grabado en el alma. La Navidad es única en Puerto Rico. Y justo cuando me encontraba sumergida en mis pensamientos sobre lo espléndida que es la Navidad, mi madre decidió interrumpirme.
-Hija, ¿por qué no vas a divertirte un rato con tus hermanos y primos? No me gusta que estés aquí mirándolos por la ventana.
-No mamá, estoy bien, en serio. No quiero ir allá.
-¿Pero por qué no? Te hará mucho bien distraerte un rato, salir a jugar, ve.
-Mamá ya te dije que no. No quiero ir, hace mucho frío, además, con mis hermanos no me gusta jugar.
-Está bien. Pero quédate pendiente que ya mismo llega el resto de la familia.
-Sí, mamá.
No puedo decir que adoro la idea de quedarme adentro todo el tiempo, pero prefiero eso que salir a jugar. Espera, ¿mi madre dijo que el resto de mi familia está apunto de llegar. Esto se pondría bueno... Con mis tíos y abuelos todos se pondrían contentos y yo disfrutaría de la comida y de las parrandas que sé que terminaremos dando. Se va a poner tan bueno que hasta los vecinos se nos van a unir. No hay nada como los Navidades en Puerto Rico, nada de esto sucede en los Estados Unidos. Me encantan las Navidades en Puerto Rico. He llegado a una conclusión: la Navidad es única en Puerto Rico.
-¡Thalia ya llegó la familia!
Y ahora se pondrá aún mejor...
Cuento por: Lia
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