La Navidad en Puerto Rico es única
Me
llamo Daniel y vivo en Alaska, pero mis padres son puertorriqueños. Ellos se
casaron y por razones de trabajo emigraron a Alaska.
Me
llamo Daniel y vivo en Alaska, pero mis padres son puertorriqueños. Ellos se
casaron y por razones de trabajo, emigraron a Alaska.
Todo
comenzó cuando yo tenía 11 años, el 23 de diciembre de ese año. Mis padres y yo, íbamos de
vacaciones a Puerto Rico. Yo no quería ir, pues, pensaba que era aburrido
pasar unas navidades en una isla caribeña donde hay mucho calor. Íbamos a
visitar a mi familia materna la cual no conocía ni ellos a mí.
No
imaginaba cómo era pasar las Navidades en ese lugar, pensaba que era más
aburrido que en Alaska donde, por lo menos, puedo salir a patinar en hielo.
Al fin llegamos a Puerto Rico. En el aeropuerto vi a una señora muy viejita y bien
arrugada, su camisa estaba manchada y su falda un poco rota. Cuando vi a mis
padres caminar hacia ella me asusté mucho. Me enteré que esa señora era mi
abuela materna. Yo dije en mi mente:
-¡No, no, no, no puede ser que esta señora sea mi
abuela! Lo que nos espera. Cuando se acercó a mí le dije bien fuerte:
-¡Abuela!
- ¿Este es mi nieto hermoso? – preguntó la abuela.
Cuando sonrió tenía los dientes feos y
dañados.
-¿No estás feliz de conocerme? - dijo la abuela.
-Les juro que me dieron ganas de llorar.
-Estás casi llorando. - dijo la abuela.
-No, es que estoy tan feliz de conocerte.- le dije
para disimular. Ella se puso tan feliz que me conmovió.
Ya era
tarde, de camino a su casa me sorprendió ver tantas casa con luces, inflables,
muñecos hechos en madera, presentando estampas del nacimiento y los Reyes Magos.
Por fin
llegamos a su casa. Yo asustado por la apariencia de la abuela. Pensaba cómo
sería su casa. Cuando entramos, salió el perro a saludarnos y más miedo sentía. Al abrir la puerta, allí estaba toda la familia esperándonos. El abuelo
Mateo, la tía Ada, tío Nico, y mis
primos que eran cuatro. Todos estaban felices de vernos. Eso me emocionó mucho.
Me relajé cuando vi la casa por dentro tan decorada con su árbol, toda roja y
verde. Esa noche fue especial. Hasta jugué con mis primos. Al siguiente día, era el
24 de diciembre. Íbamos a celebrar la Noche Buena. La casa se llenó de gente.
Llegó una amiga de mi primo Aarón: Ana. Ella era muy talentosa. Ana y su
familia, tocaban diferentes instrumentos musicales como la pandereta, las maracas y
un güiro. Además de talentosa, Ana era hermosa. Le pregunté a mi primo si le
gustaba. Me dijo que no, que solo eran amigos. ¡Qué bueno! Ahora tengo
oportunidad con ella. Y comenzó la
fiesta. Aquellos instrumentos sonaban increíbles acompañados de aplausos y
canciones navideñas hermosas. Había una mesa llena de comida y alimentos que yo
jamás en mi vida había probado, pero estaban sabrosos: cerdo asado, morcillas,
arroz con gandules, pasteles y una bebida blanca que no me dejaron probar, pero
parece que era buena porque acabaron con la botella completa. Se llamaba coquito. ¡Como gozamos esa noche!
Al otro día, el 25 de diciembre cuando me levanté a
ver los regalos, no había nada debajo del árbol. Me quedé sorprendido. Pregunté:
-¿Qué pasó?
-¿Santa no vino?
La abuela me contestó:
-No, nuestra familia respeta mucho las tradiciones y
nosotros regalamos el día de Reyes. El 25 celebramos el nacimiento del niño
Jesús y la pasamos increíble en familia.
Yo dije:
-Tienes razón abuela, la hemos pasado increíble y no
me hacen falta regalos.
Las Navidades en Puerto Rico son únicas, que pena
que nos vamos el 1 de enero y no estaremos para el día de Reyes y las
octavitas. Nos dimos un fuerte abrazo y desde ese día, aprendí a amar a mi
Puerto Rico.
Ahora celebro las Navidades en Puerto Rico con mis
hijos y mi esposa Ana y toda mi familia.
¡Feliz Navidad!
Adriana S. Vargas
9-1
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